Sigo el testigo de quienes estuvieron antes que yo. El resultado de mi trabajo no es mío, tampoco suyo, es representativo del lugar por el que todos hemos trabajado para poder recorrerlo. El trozo de tierra que cavo, los árboles que corto en dos y los ríos por los que tiendo puentes están marcados en algunos mapas, pero en otros no. Y no todos los senderos que construyo son resultado de mi trabajo o mi diseño.
Como cualquier otra persona, crecí y descubrí las bicis porque me hacían disfrutar. No me importaba si la franja de tierra que seguía se había creado por la mano del hombre o de cualquier otro modo. Mis primeras bicis de montaña eran de acero, en el mejor de los casos tenían horquilla de suspensión de elastómeros de 100 mm y desde luego que no tenía ninguna ciclocomputadora montada en la potencia.
La defensa de unos senderos sostenibles comienza con un amor profundo por la tierra. Dillon Osleger lo sabe muy bien. Entre su trabajo diario como Director Ejecutivo de la Sage Trails Alliance de Santa Barbara y su trabajo como voz cantante de la administración de tierras para la bici de montaña, sigue encontrando tiempo para mover tierra – tanto como experto con la azada y como auténtico ciclista que va rápido.
Dillon se parece mucho a una versión en ciclista de montaña del Lorax de Seuss; un apasionado y optimista defensor de las tierras por las que nos gusta ir en bici. De hecho, es difícil no sentir la inspiración por el futuro de los senderos – y el futuro de esta Tierra a la que tanto queremos – cuando leemos sus palabras. En su ensayo Forgotten Trails (senderos olvidados), Dillon explica cómo no siempre hace falta construir nuevos senderos, sólo desenterrar los antiguos.