Del Amanecer al Atardecer y de Nuevo hasta el Amanecer

No se trata del destino, sino del viaje. Todos conocemos el dicho, pero nunca es más cierto que en una ruta de larga distancia. Recorrer grandes distancias y viajar de noche no es para todo el mundo, pero desde que existen las bicicletas, ha habido gente dispuesta a superar los límites de la resistencia.

Porque lo que hay más allá de una ruta normal es un tipo de viaje totalmente diferente, uno en el que no se aplican las reglas normales. Cuando el cansancio y la incomodidad son superados, la distancia es sólo un número y los sentidos se agudizan extrañamente. En busca de este estado de ultra resistencia, cuatro ciclistas de Rapha se dirigieron a los campos de lava de Lanzarote.

Situada al noroeste de África, esta isla española es un lugar aparte. Perfecto para escapar de la vida cotidiana y sumergirse en la experiencia de una ruta nocturna. De nuestro cuarteto, la autora y veterana de la Transcontinental Race Emily Chappell es la ciclista de resistencia más experimentada.

"Durante las horas de luz siempre estoy leyendo el paisaje que me rodea", dice, reflexionando sobre el inicio del viaje desde la ciudad sureña de Puerto del Carmen hacia las angulosas formaciones de roca ígnea de los campos de lava del interior de la isla.

Pero una ruta adquiere una dimensión distinta cuando llega el atardecer. "Con la puesta de sol, puedes ver lo mejor de los dos mundos: es como atravesar un secreto que nadie más conoce", nos cuenta Emily. "Sin embargo, cuando cae la noche, todo lo que tienes es la luz delante de ti y una pequeña zona de la carretera en la que concentrarte. Lo demás es un misterio".

A medida que el mundo que puedes ver se reduce, otros sentidos toman el control. Agudizado por el silencio nocturno y perfeccionado por la visión obstaculizada, el sonido en concreto se vuelve más importante para muchos. Ruby Beardsall, ingeniera de producto de Rapha de día, compite en ciclocross y entrena en pista, además de pedalear sin miramientos distancias más largas. Dondequiera que vaya, siempre está atenta a lo que ocurre a su alrededor.

"Mucha gente escucha música o podcasts hoy en día, pero yo prefiero no hacerlo. Sin las distracciones del día todo se escucha magnificado por la noche: el zumbido de las ruedas y el sonido de tu propia respiración. Lo encuentro extramente excitante.

"No sabes realmente lo que va a pasar ni cómo va a reaccionar tu cuerpo en la carretera, pero siempre siento que soy capaz de escuchar con mucha más atención. Cuando pedaleas de noche, es más probable que oigas venir un coche o cualquier otra cosa mucho antes de verlo".

A pesar de ir uno al lado del otro al entrar en el Parque Nacional de Timanfaya en la oscuridad, cada ciclista vivía una experiencia diferente. Y para el mecánico de bicicletas Ed Scoble, no todo es paz y tranquilidad.

"Pedalear es lo único que me da plena independencia, la que no tengo en el mundo real", dice. "Pero pedalear de noche es mi criptonita. Como ciclista sordo, me gusta pedalear de noche, ya que te obliga a relajarte y ponerte cómodo. Cuando no hay mucho que ver, y los sonidos son casi inútiles para mí, quizá sea la forma más pura de ciclismo.

"No disfruto tanto de la falta de visión como de sonido, pero ello significa que soy mucho más observador de mi entorno. En Lanzarote, el paisaje parece árido, pero en realidad está lleno de vida. Al centrarme en lo que tengo delante, soy capaz de darme cuenta de cosas en las que otras personas no suelen fijarse.

"El olfato también es importante, ya que invoca la respuesta más clara en nuestros recuerdos. Formo reacciones emocionales a lo que veo a través de lo que huelo. Cada paisaje tiene su propio olor, y en este paisaje volcánico era azufre mezclado con aire de mar, un olor terroso de rocas y caminos cocidos al sol día tras día".

El amanecer es algo que muchos de nosotros vemos en raras ocasiones. Pero para un ciclista que sale de la oscuridad, es una vista bellísima. Y para nuestro cuarteto, fue una oportunidad para hacer balance. Al comenzar el segundo día de ruta, el cuarto miembro del grupo, Aaron Lee, un habitual de las rutas de larga distancia, recordaba comprobar su propio cuerpo para ver cómo se sentía.

"Había una verdadera mezcla de terrenos en la isla", nos dice. "Aunque rodábamos por carreteras de asfalto suave como la seda, a ambos lados encontrábamos paisajes rocosos y laderas volcánicas de color negro rojizo. Fue un duro entorno que pasó su factura.

"Las manchas de sal en el maillot, la cara quemada por el viento y el cansancio por las vibraciones de la carretera a través del manillar en las manos y los brazos son indicadores de lo lejos que has llegado. Y todos ellos sincronizados al constante vaivén de la propia bicicleta, llevando el tempo como un metrónomo".

A veces, las rutas de larga distancia se basan en los tiempos: pasar por los puntos de control o llegar a la meta a tiempo. Pero en su esencia, están completamente alejados de los tiempos y sus limitaciones. Como descubrimos en nuestra isla, pedalear durante largos periodos de tiempo es una oportunidad para salir de lo normal y conectar con otras sensaciones.

Y tanto si estás fresco como si pedaleas vacío, si lo haces de día o a través de la noche, con tienes los sentidos potenciados o deteriorados, es un mundo al que sólo puedes acceder mediante el esfuerzo y la resistencia.